El futuro de nuestros hijos

Seamos realistas, el mundo que nos pintaron dista mucho de lo que, como padres de jóvenes adolescentes, enfrentamos cotidianamente. No es mejor ni peor. Simplemente es distinto. Con muchas más ventajas de las que nos podemos imaginar si nos adentramos en las nuevas realidades tecnológicas, educativas y sociales y, desde ahí, simplemente comprendemos que el mundo de nuestros hijos se transformó.   

No se trata solo de dejar de quejarnos porque ellos prefieran pasar horas frente a la pantalla de la computadora o el celular en lugar de convivir con nosotros. Somos los padres de familia quienes debemos involucrarnos en su nueva realidad, porque todas estas transformaciones tecnológicas que han arrasado con nuestro mundo familiar llegaron para quedarse y no les atañen exclusivamente a las nuevas generaciones, nos incumben a todos independientemente de la edad, el sexo, la religión o el color de la piel. 

¿Por qué en lugar de reclamar un lugar en la vida de nuestros adolescentes no nos sentamos con ellos a pensar en voz alta sobre las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías? ¿Por qué no exploramos sus expectativas y dejamos de pensar que en algo fallamos como padres incapaces de atraer su atención? ¿Sabemos si ellos realmente saben solucionar problemas complejos más allá de un “estudia para tu examen de Ciencias”? 

Es una realidad innegable que el mundo se ha transformado, pero nosotros, como padres de jóvenes dueños del futuro ¿estamos a la altura de ese nuevo escenario? 

Cifras de diversos organismos económicos internacionales, señalan que más del 60% de los empleos a los que podrán aspirar nuestros hijos en un par de años, tienen que ver con el desarrollo de habilidades relacionadas con un pensamiento crítico, creativas, orientadas al servicio, a la solución de problemas complejos e inmediatos.  

La escuela difícilmente los va a preparar para eso así que probemos construir junto con ellos un futuro diferente, más acorde con sus intereses y no con los nuestros, que responden a viejas realidades.  

Todos queremos hijos que sean profesionistas prósperos, que asciendan en la escala social y en sus posiciones laborales, que aspiren a una mejor vida que incluso la que nosotros les dimos. Pero ¿es eso lo que el futuro les va a ofrecer? ¿No sería mejor que aprendan a pensar, a negociar, a empatizar con el otro? 

No temamos de lo que debemos reaprender y qué mejor que hacerlo de la mano de nuestros adolescentes que, en algunos años, tendrán que decidir su futuro.  

En esta era digital la incertidumbre, los cambios y la volatilidad son la tónica, aceptémosla y adentrémonos en ella de la mano de nuestros hijos.