Recuperemos el timón como padres

¿Qué padre de familia no recuerda cuando la televisión era la eterna compañera de sus hijos?

Desayunaban, comían y cenaban frente a la pantalla. Incluso se le llamaba “la niñera” porque les permitía a los adultos tomarse un respiro mientras los chicos, absortos, no pensaban en nada más que en disfrutar lo que aquella caja llena de imágenes y colores ofrecía.

¿Por qué ahora que estamos del otro lado de la historia, y nos hemos convertido en padres de jóvenes adolescentes, nos aterramos de solo pensar que nuestros hijos no tienen ojos más que para la computadora, la Tablet o el teléfono inteligente?

Sin buscar culpables o víctimas, es una realidad que nosotros mismos le hemos otorgado un poder superior que el nuestro, como principales referentes educativos de nuestros hijos, a todo lo que suene a tecnología. Tal vez la pregunta que deberíamos hacernos es ¿en qué momento dejamos de capitanear el barco y le dimos el timón a los aparatos electrónicos, a los dispositivos móviles y a las conversaciones en línea?

O bien, podríamos cuestionarnos sobre las razones que nos llevaron a separarnos de la formación de nuestros hijos, argumentando que la causante es la tecnología. Querámoslo o no, su desarrollo, éxito educativo e integración social dependen en buena medida de nuestra labor y acompañamiento como padres. Así ha sido y así seguirá siendo.

Es necesario que, sin negar las nuevas realidades a las que nos enfrentamos cotidianamente, recuperemos nuestro rol como guías, confiando en aquella vieja maestra llamada intuición. Reconozcamos las señales y recordemos que el propio Albert Einstein decía:

“Hay un chispazo en la conciencia, llámese intuición, que trae la solución sin que uno sepa cómo o por qué.”


Albert Einstein

Por supuesto que tenemos mucho que aprender sobre este mundo exponencial en el que las tecnologías, además de su acelerado ritmo de cambio, ocasionan que nuestros cerebros enfrenten verdaderas guerras para mantenerse al día. Aceptemos que la regla de estos tiempos se llama cambio exponencial y que nuestros hijos han crecido de la mano de éste.

El acceso a Internet, el desarrollo de motores de búsqueda tan poderosos como Google, el alcance de las redes sociales y el efecto que tiene en los procesos educativos el acceso a toda clase de eventos académicos o conferencias, nos pone sobre la mesa todos los elementos de la nueva realidad. El conocimiento se salió del área de la escuela, rebasó el ámbito familiar y actualmente se tiene acceso a él por vías más rápidas y complejas. Entendamos, finalmente, que ni los dispositivos ni la tecnología son buenos o malos per se. Su funcionamiento depende del uso que hagamos de estos. No olvidemos que somos nosotros, los padres de familia, quienes debemos cuidar que se preserven los espacios de encuentro y comunicación familiar.